viernes, 29 de noviembre de 2024

Trabajo crea un permiso pagado de hasta cuatro días para catástrofes climáticas

Yolanda Díaz ha impulsado este nuevo derecho para situaciones como la DANA, que permitirán faltar al trabajo con el 100% del salario, junto con otras medidas que se prevén aprobar este jueves


El Gobierno tiene previsto aprobar este jueves un nuevo permiso laboral retribuido de “hasta cuatro días” para situaciones de catástrofes climáticas, informan en el Ministerio de Trabajo a elDiario.es. Se trata de un nuevo derecho para ausentarse del trabajo con el 100% del salario a cargo de la empresa que ha impulsado la vicepresidenta Yolanda Díaz para que esté garantizado de manera estable en la legislación ante posibles emergencias meteorológicas como la DANA en la Comunitat Valenciana, para la que el Gobierno ha regulado unos permisos de ausencia extraordinarios.

El decreto que pretende aprobar este jueves el Consejo de Ministros, con más ayudas para paliar la catástrofe en la Comunitat Valenciana, como anunció este miércoles Pedro Sánchez, incluye además nuevos derechos laborales para el largo plazo, con la mirada puesta en futuras emergencias climáticas.

En primer lugar, este nuevo permiso laboral se incorporará al artículo 37.3 del Estatuto de los Trabajadores, que regula permisos retribuidos como los cinco días por enfermedad grave u hospitalización de familiares, así como los 15 días por matrimonio, entre otros.

En concreto, se reconocen “hasta cuatro días” de permiso pagado para las situaciones en las que no sea posible llegar al trabajo por limitaciones de desplazamientos por parte de las autoridades o por riesgo grave e inminente, incluidas las situaciones derivadas de una catástrofe o fenómeno meteorológico adverso.

En los casos en que sea posible el teletrabajo, la empresa podrá establecer el trabajo a distancia, indican en el Ministerio de Díaz, cumpliendo con las obligaciones previstas por ley y, en particular, el suministro de los medios y equipos para el desarrollo de la actividad.

Tras los cuatro días, ERTE por fuerza mayor

Transcurridos los cuatro días de “permiso climático”, como los denominan en el Ministerio de Trabajo, este se podrá prolongar hasta que desaparezcan las circunstancias que lo justificaron, aunque las empresas tendrán la posibilidad de aplicar un ERTE por fuerza mayor para dejar de pagar los salarios y que sea el Estado el que asuma el pago de las prestaciones a la plantilla.

En Trabajo destacan la relevancia de reconocer este derecho de ausencia de manera estable, para que los trabajadores y trabajadoras conozcan con antelación sus derechos de cara a una posible emergencia meteorológica.

El “permiso climático” de hasta cuatro días es algo menos extenso en sus ausencias justificadas que el regulado de forma urgente por la DANA de la Comunitat Valenciana. En este se regularon varias situaciones muy específicas, como el derecho a faltar al trabajo para buscar familiares desaparecidos, atender labores de limpieza del domicilio habitual y para el cuidado de familiares, entre otras.

Hay que negociar protocolos para prevenir

El Ministerio de Trabajo también ha incluido algunas medidas más en el decreto que se aprobará este jueves, para ampliar la prevención y la seguridad laboral frente a las alertas meteorológicas, cada vez más frecuentes por el cambio climático, recuerdan en el departamento de Yolanda Díaz.

Así, se establece una nueva obligación de que la negociación colectiva negocie “protocolos de actuación” con medidas de prevención de riesgos “frente a catástrofes y otros fenómenos meteorológicos adversos”. Un mandato que alcanzará a “todos los convenios colectivos”, indican en Trabajo, y que permitirá que las plantillas y las empresas tengan claro cómo hay que actuar si acontece una emergencia de este tipo.

Además, el Ministerio que dirige Yolanda Díaz se compromete a regular en un plazo de doce meses un reglamento “sobre la protección de las personas trabajadoras frente a los efectos del cambio climático en el ámbito laboral”.

Este lo publicó, este se querelló... ¡y este juececito lo imputó!

Es una división del trabajo precisa y eficaz, cada uno en su puesto: medios, políticos, denunciantes y jueces. Se consigue una acumulación de noticias, querellas, citaciones, imputaciones, donde todo se mezcla, todo se confunde, y todo suma para la causa: derribar al gobierno


“No hay tregua. Todos los días un escándalo, una citación en un juzgado, una imputación”. Nadie mejor que Núñez Feijóo para definir la estrategia de acoso y derribo político-mediático-judicial contra el Gobierno. La cita anterior es suya, este jueves ante un auditorio empresarial. Pretendía subrayar lo insostenible de la situación, pero el subconsciente le traicionó y acabó desvelando la estrategia: sin tregua. Cada día un escándalo. Cada día una citación judicial, cada día una imputación. De eso se trata. Que el ritmo no pare.

Llevamos meses asistiendo a la misma secuencia, siempre con los mismos protagonistas: la prensa de derechas, organizaciones ultraderechistas (Manos Limpias, Abogados Cristianos, etc), parlamentarios de PP y Vox, y unos cuantos jueces. Unos publican una información escandalosa sobre el gobierno o la familia del presidente; otros recortan la noticia y van con ella al juzgado; otros lo menean en sesiones de control y comisiones de investigación; y por fin un juez admite la querella, abre investigación, cita testigos, y acaba imputando. Misión cumplida.

¿Está claro? Si alguno no lo entiende, prueba a explicárselo con los cinco dedos de la mano, siguiendo el cuento infantil de “este cogió un huevo…, este lo frio…, este le echó sal…”. Venga, prepara la mano y ve sacando dedo a dedo, empezando por el meñique: “este publicó un bulo…, este se querelló…, este admitió la querella…, este preguntó en la sesión de control…, y este juececito… ¡lo imputó!”

Es una división del trabajo precisa y eficaz, cada uno en su puesto, movimientos sincronizados, relojes en hora, como una banda de atracadores: tú al periódico, tú al juzgado, tú al parlamento… Se consigue una acumulación de noticias, declaraciones, querellas, citaciones, nuevas líneas de investigación, nuevas citaciones de testigos, imputaciones, donde todo se mezcla, todo se confunde, y todo suma para la causa: la mujer del presidente, el hermano del presidente, el ministro, el secretario de organización, las bolsas de dinero, el avión venezolano, el fiscal general, el líder madrileño… Mezclando, confundiendo y sumando casos muy graves (Ábalos-Koldo-Aldama y alrededores) con nimiedades, denuncias cogidas con alfileres, acusaciones sin pruebas o directamente bulos.

Así una semana y otra, un caso tras otro, para lograr ese efecto bola de nieve, corrupción total, o “situación límite, la mayor degradación de la política española desde la Constitución”, dicho otra vez por Feijóo el memorioso, que se ve que no había nacido cuando los últimos gobiernos de González, y la Gürtel le debió de pillar sin cobertura.

Quienes conocieron a Feijóo en su hábitat natural, Galicia, cuentan que así fue como desgastó al gobierno de PSOE y BNG dos décadas atrás: a golpe de bulo, escándalo y denuncia, apoyándose en los medios afines y los jueces. Un día tras otro durante cuatro años. Luego todo quedó en nada, pero la estrategia funcionó y Feijóo ganó la Xunta.

No sé si le acabará funcionando también ahora, pero hay algo que ya ha conseguido: que no haya nada más, que vivamos todos dando vueltas al ritmo que marca su tam-tam. El gobierno dedicando todo su tiempo y energías a defenderse, la oposición atacando a tiempo completo, las portadas y telediarios apenas hablando de otra cosa, y la ciudadanía agotada o enfurecida, rindiéndose o eligiendo trinchera, mientras todo está por hacer. Socorro.

¡Nos comerán!

Un día reivindican el franquismo como un tiempo de “progreso y reconciliación” y al siguiente increpan a una diputada de Podemos. Es lo último de la semana, pero ha habido, desde que llegaron a la arena política, infinidad de gestos y expresiones que asustan. Mucho. Lo suyo es el lenguaje soez, insultante, de macarra de discoteca, intimidatorio y siempre violento. Lo esparcen entre las paredes del hemiciclo y, luego, lo vomita su clac en las redes sociales.

Hablamos de Vox, claro. Ya saben, para el diputado ultra Manuel Mariscal: “Gracias a las redes sociales, muchos jóvenes están descubriendo que la etapa posterior a la Guerra Civil no fue una etapa oscura como nos vende este Gobierno, sino una etapa de reconstrucción, de progreso y de reconciliación para la unidad nacional”. Nunca antes se había hecho en democracia, y en sede parlamentaria, una apología de la dictadura tan explícita. Nunca antes se había escuchado semejante dislate en favor del patio infecto en que se han convertido las redes. Y nunca antes tanta expresión gruesa y tanto desprecio habían llegado en este país a colapsar la verdad y la convivencia democrática. Está pasando. Y están, como bien avisa, Gabriel Rufián, “envalentonados como nunca”.

“Si no ponemos pie en pared, nos van a comer”, alertó este jueves el portavoz de ERC a la presidenta de la Cámara, Francina Armengol, para llamar la atención después de que otro ultra, Pedro Fernández Hernández, hubiera gritado “tómate la pastilla” a la parlamentaria de Podemos Martina Velarde cuando esta acababa su intervención en la tribuna para rechazar una propuesta de Vox en la que pedía derogar la Ley de Memoria Democrática.

Especial relevancia tuvo también el gesto de la portavoz del PP, María Jesús Moro, quien quiso, con la mano puesta en su corazón, expresar su sincero apoyo a Velarde: “Martina, todo mi apoyo y consideración para ti y para todas las mujeres porque no vamos a tolerarlo”. Palabras que fueron aplaudidas a ambos lados del hemiciclo, también por los diputados de Podemos y que también ponen de manifiesto que no toda la derecha está por la labor de arredrarse, ni de callar, ni de sucumbir a tanta indignidad.

Moro ha sido en todo este tiempo una digna excepción de la derecha del PP, que desde que llegó Vox se ha sumado a sus guerras culturales, ha copiado sus discursos, ha emulado sus formas y ha asumido algunas de sus políticas más reaccionarias. Sin la complicidad, el silencio y los acuerdos de gobierno que los de Feijóo han firmado con los ultraderechistas, hubiera sido imposible llegar hasta donde hemos llegado.

No estamos ante la lógica de una confrontación ideológica sino ante un reñidero en el que toda opinión diferente se combate con la permanente demonización y deslegitimación del adversario y un aumento de la violencia política y digital que cualquier día nos dará un disgusto del que todos nos lamentaremos. Pasará en el Parlamento o en la calle, pero el ambiente tóxico que desprende la conversación pública emite señales mucho más que preocupantes. Y, entonces, cuando ocurra, muchos, también los que han contribuido a ello, por acción u omisión, se preguntarán cómo y por qué fueron capaces de mirar hacia otro lado y de llegar a extremos tan abyectos como los que escuchamos a diario, y no sólo en boca de los líderes políticos. También en las radios, en las televisiones y en los medios digitales.

La derecha tradicional es cómplice, es responsable y llegará un día en el que Feijóo, por seguir los pasos que le marca el sector más ultra de su partido, no se reconozca en el espejo. O sí, porque quizá tengan razón los que sostienen que todo este lodazal de agresividad en el que chapotea junto a los de Abascal fue siempre su verdadera zona de confort. Alguien debería recordarle que el odio casi siempre es la antesala de la violencia y que esta ya asoma en algunas de sus múltiples versiones. La machista, desde luego, aunque la nieguen sus socios. La digital, contra la que deberían adoptarse con urgencia políticas públicas, por supuesto.

Y, sí, a este paso, si nadie dice ¡basta!, nos comerán.