Carmen es una empleada de una peluquería. Tiene una patología que la convierte en persona de riesgo frente al coronavirus. Por eso duda si tiene que incorporarse a trabajar. Ahora que muchos empleados empiezan a volver a sus puestos,
son múltiples los interrogantes y a veces ni siquiera la propia
Administración sanitaria tiene respuestas para tantas preguntas en un escenario asistencial, social, laboral y económico sin precedentes.
Pero según explican especialistas, la última palabra en estos casos la tienen los médicos de cabecera que, si estiman, deberán proceder a dar la baja al trabajador. Hay dos posibilidades: empresas grandes con servicios de prevención de riesgos laborales y otras pequeñas sin esta estructura. En ambos casos, será el facultativo de cabecera la persona clave a la hora de decidir si un trabajador concreto debe incorporarse o no a su puesto de trabajo.
Si la empresa es grande, su servicio de prevención de riesgos laborales debe emitir un informe individual sobre el empleado concreto. Pero este documento no es vinculante.
Será el médico de cabecera quien en base a ese informe y a la historia
clínica determine si procede la incorporación o no del trabajador. En
este caso, deberá dar la correspondiente baja. Si el facultativo tiene
dudas –dado que este es un escenario que nunca se había planteado antes
en la historia de los centros sanitarios– podrá consultar con la Inspección Médica de la Delegación de Salud.
De modo que con el asesoramiento de estos expertos, el informe del servicio de prevención de riesgos laborales de la empresa en cuestión y el historial clínico de la persona deberá tomar una decisión.
Si la empresa es pequeña y
por lo tanto no tiene servicio de prevención de riesgos laborales, será
también el médico de atención primaria -con el apoyo de los inspectores
en caso de duda- quien decida.
El Ministerio de Sanidad establece unas tablas –en sus Protocolos de Prevención–
en las que distingue entre los trabajadores de centros sanitarios y
sociosanitarios y aquellos que no pertenecen a ninguno de estos dos
ámbitos laborales.
También tiene hace una graduación de vulnerabilidad
en función de que las personas tengan la patología controlada,
descompensada o que tengan otras enfermedades asociadas. En todo caso,
los pacientes de riesgo frente al coronavirus son los mismos que en
otros casos:personas con enfermedad cardiovascular,
con patología pulmonar crónica, diabetes, inmunodeficiencia, cáncer en
tratamiento activo, embarazadas y mayores de 60 años.
En este último caso si se baja el listón,
ya que frente a la gripe se consideran casos de riesgo a los mayores de
65 años. Frente al coronavirus, la edad se sitúa en los 60, ya que este
patógeno es especialmente agresivo a partir de esa edad. De hecho, los
mayores de esa edad representan cuatro de cada cinco fallecidos con el virus.
La atención primaria tiene una labor poco conocida, pero clave en la lucha contra el virus
El Ministerio establece niveles de riesgo de uno a cuatro, siendo aquel el menor y éste el máximo.En función de esas variantes, Sanidad establece si el trabajador no precisa ni adaptación ni cambio de puesto y puede permanece en su actividad laboral habitual o hasta si procede la baja laboral como “trabajador especialmente sensible”.
En todo caso, los médicos de cabecera serán los que tengan la última
palabra, siempre con el asesoramiento de la Inspección Médica en caso de
dudas.
Es un papel más en el importante rol que están cumpliendo los centros de salud en esta pandemia. Aunque los hospitales
se llevan la labor más especializada a la hora de atender a los
pacientes más críticos tanto en hospitalización como en las unidades de
Cuidados Intensivos, el trabajo de la atención primaria está siendo silencioso, pero decisivo en la lucha contra el coronavirus.
Además de la realización de test masivos en las residencias, los servicios de ayuda a domicilio y en los propios centros sanitarios, este nivel asistencial será el encargado del estudio epidemiológico nacional
para conocer la proporción de infectados y, en consecuencia, la
vulnerabilidad o protección natural frente a un virus para el que aún no
hay vacuna.
Los centros de salud también tendrán la responsabilidad a vigilar muy de cerca en esta desescalada cualquier indicio de contagio para testarlo y, en caso positivo, aislarlo a fin de que no se propague la enfermedad.
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